jueves, 26 de junio de 2008

VALS CON BASHIR

Arte y Espectáculo
Memoria borrada, no sólo del protagonista
Un film que debe verse
Vals im Bashir (Vals con Bashir; Israel/Alemania/Francia, 2008). Dirección y guión: Ari Folman. Dirección artísitica y animación: David Polonsky.
El film se define como perteneciente a un género que trata de renovar y expandir los límites de la cinematografía, y sobre todo el pensamiento sobre el cine documental. Se llama Animación Documental y por su intermedio se reconstruyen recuerdos y estados de conciencia sin la necesidad, como en el cine de ficción, de escenificar sucesos del pasado mediante equipos de actores y aparatos apropiados, una manera de "documentar'' y al mismo tiempo darle expresión a estados que la conciencia ha reprimido.
Esta manera de contar sus experiencias y tratar de recobrar un pasado que siente que se le ha borrado, la ha elegido Ari Folman, periodista, cineasta, creador. Y lo hace mediante la animación, trabajo extraordinario de David Polonsky, pero no se trata de un film de dibujos animados, se reconstruye las imágenes de los personajes de la realidad que intervienen, algunos con sus nombres, otros han preferido obviarlos u ocultarlos y así se va construyendo un mosaico que le permite al protagonista, Folman, recuperar recuerdos sepultados.
El comienzo es desde ya impactante. Primero es un perro que corre, colores grises nocturnos, colmillos asesinos, ojos enloquecidos, se le van agregando otros perros que arrasan con todo lo que encuentran en el camino hasta llegar al lugar donde vive ese primer testigo que le cuenta esa pesadilla a Folman, citando que se trata de 26 perros. Un sueño recurrente que lo lleva a su servicio militar en la primera guerra del Líbano. Más tarde resultará que ese amigo o colega sirvió junto con Folman en el Ejército y como no tenía las agallas para entrar y matar gente, se le encomendó matar perros pues éstos con sus ladridos nocturnos despertaban a toda la aldea y entonces los terroristas buscados o los simplemente buscados tenían tiempo para desaparecer. Por lo tanto, su servicio consistió en matar perros. En cambio Folman no sueña sobre la guerra misma, la reprime completamente.
Comienza una odisea no en busca del tiempo perdido sino de los recuerdos reprimidos. Comienza a surgir un sueño recurrente, un barco, hay hasta escenas cortas de un film porno, y todo en animación en la brillante creación de Polonsky, lo que hace surgir la pregunta sobre quién es el que está documentando, si es Folman con su travesía física y psíquica o aquél, que le da expresión y forma a lo que sucede en la mente de Folman. Éste llega a Holanda, adonde ha ido a vivir uno de sus compañeros de antaño en su búsqueda, que ahora se ha convertido en obsesión.
Hay un paralelo entra lo que le pasa a Folman, y por supuesto no es casualidad, y lo que le sucede a Israel en general, asolado por guerras, atentados, y la tal necesidad de seguir adelante. Es como si detenerse en un punto crítico puede ser paralizante y hasta fatal, pero el malestar que se barre bajo la alfombra sale de otras maneras, pero esto ya no está en el film mismo, que limita su alcance a aquel suceso traumático que Folman y todos quisieran borrar. Los personajes, o más bien las personas entrevistadas, hablan con su propia voz, así también Folman que hace las veces de guía narrador cuando no está dialogando con alguien del pasado, en el presente. No hay reconstrucciones de diálogos reales en tiempo real del pasado; sólo imágenes ilustrativas que van llenando la memoria vacía de Folman.
No hay intentos de sobrevivir como en "Beaufort'', hay un gran miedo existencial, y en una de las escenas un Mercedes es acribillado a balas sin ningún otro motivo que sacarse ese miedo existencial de encima disparando locamente para descubrir luego que sólo se trataba de una familia que viajaba, no importa adónde. Folman y sus interlocutores hablan de una manera tranquila, de la cual no se puede inferir las tormentas del alma que lo están azotando, las imágenes hablarán en su lugar.
Y así se llega a una escena que le da el título al film; enloquecido por los francotiradores, en plena calle, tirando a cualquier lado con su ametralladora, el soldado baila como si fuera un vals con el retrato de Bashir en uno de los carteles. El asesinato de éste traerá aparejado lo que marca el final de la investigación de Folman, la masacre en los campos de refugiados palestinos en Sabra y Shatila, venganza de los falangistas cristianos por la muerte de Bashir, el supuesto futuro presidente del Líbano. Se recrean informaciones conocidas como la del periodista Ron Ben Ishai, su información sobre los rumores de lo que estaba ocurriendo, su llamada nocturna a Sharón para contarle lo que había oído, la indiferencia de éste que, de paso, fue premier durante el tiempo en que la película se rodaba. Folman llega al recuerdo de que él disparaba proyectiles que iluminaban la escena donde sucedía la cosa. Una tremenda metáfora, si se quiere, que ilustra una responsabilidad, si no una culpa. Sólo en la escena final se para a tomas reales de entonces, unas tomas tremendas, que dejan un impacto que no se acabará cuando se prendan las luces de la sala.
Un film extraordinario, inventivo, uno de los mejores que se hayan hecho aquí; debe verse.
Por Henry Weich
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