lunes, 28 de abril de 2008

REPORTAJE a MARCOS AGUINIS

"YO ESTUVE ENAMORADO DE LA REVOLUCIÓN CUBANA" MARCOS AGUINIS
Para el novelista, la Argentina vive una singular caída cultural y de valores
Tras conocer las mieles de ser best seller en la Argentina y otros países hispanohablantes, Marcos Aguinis vuelve a la novela después de seis años. Regresa con La pasión según Carmela (Sudamericana), una historia de amor entre una médica cubana y un economista argentino en el escenario de la revolución cubana, que ambos abrazan, hasta desencantarse y huir en una balsa a Miami.

En esta obra, Aguinis repasa la historia de Cuba, desde los tiempos del dictador Fulgencio Batista, y cruza a sus personajes de ficción con los históricos de la revolución. Fidel Castro, el "Che" Guevara, Camilo Cienfuegos y Huber Matos, entre otros, desfilan en una trama que fusiona la tensión del relato con las reflexiones sobre la última revolución que sobrevive en América latina.
"Yo estuve enamorado de la revolución cubana", dice el escritor, en una entrevista con LA NACION, en su casa de Barrio Parque, al revivir aquellos momentos.
Aguinis extiende sus reflexiones al presente y admite su preocupación por el deterioro cultural de la Argentina y la pérdida de valores democráticos, así como por la merma en la calidad de las instituciones republicanas.
Durante la entrevista, emergieron los temas políticos y el autor de El atroz encanto de ser argentinos advirtió que la presidenta Cristina Kirchner "tiene muchos prejuicios y fogonea la división, en vez de convocar a la armonía y la convivencia".
A Aguinis le preocupa el clima político, por el impacto que podría tener en los inversores extranjeros, y dijo que hoy, en la Argentina, hay una resistencia a la racionalidad. "Si la aceptaran -continuó-, tendrían que cambiar el rumbo de sus ambiciones."
-¿Por qué esta novela?
-El género implica placer y angustia. Uno procura no defraudar al lector que acompaña al autor cuando lee. Esta es una novela de amor que se desarrolla en un escenario donde el amor es puesto a prueba todo el tiempo.
-¿El desencanto de los protagonistas, los guerrilleros Carmela e Ignacio, con la revolución cubana es el del autor?
-[Sonríe] Sí, yo estuve enamorado de la revolución cubana, como le ocurrió a la gran mayoría del mundo. Como también estuvo el mundo enamorado de la Revolución Francesa y de la Revolución Rusa. Recuerdo la etapa en la que se gritaba: "¡Fidelismo sí, comunismo no!". En Sierra Maestra hubo un heroísmo cargado de sacrificios, peligros, derrotas... fue una aventura delirante de la que nadie esperaba nada.
-¿Existe hoy una crisis de ideales?
-Se renuncia a valores, no a los ideales que empujan la búsqueda de ciertos valores, Por ejemplo, la libertad, la justicia, la dignidad, el respeto de las diferencias, el pluralismo. Esos valores estuvieron presentes en todas las revoluciones. Pero siempre fueron traicionados. Sin embargo, el hombre necesita luchar por ideales.
-Hace seis años, cuando sucumbió la economía argentina, usted dijo a LA NACION que en poco tiempo habría un deterioro cultural. ¿Cómo ve las cosas hoy?
-Mantengo aquella percepción. La Argentina vive una extraordinaria caída cultural y de valores: el del respeto al otro, el del diálogo, el de la disidencia, el respeto por las leyes. Las instituciones viven una crisis sin parangón. Durante el conflicto del campo, el Congreso, que representa a la gente, no cumplió ninguna función. El pueblo está lógicamente en un estado de bronca. Hemos pegado un salto medio siglo hacia atrás. Hay expresiones y conductas políticas propias de los años 50.
-¿Cuál es su opinión sobre la presidenta Kirchner?
-En vez de convocar a la armonía y la convivencia, fogonea la división. Eso hace el chavismo en Venezuela, que ha exacerbado el odio interno en una sociedad que era bastante pacífica. Acá también se empuja a la confrontación y al rencor. Con este clima político no vendrán a invertir los capitales extranjeros. El poder labra su propio fracaso. Cristina Kirchner tenía todo para hacer una presidencia exitosa, si hubiera cumplido con lo que prometió en su discurso inaugural. El espacio público de debate ha desaparecido. No se sabe si está en la Casa de Gobierno o en un acto partidario, rodeada de grupos de choque casi fascistas que no suman a la paz social.
-¿Y la tensión entre el poder político y los medios?
-Cristina Kirchner tiene una mala escuela, que es la de Néstor Kirchner. Me da la sensación que el primer cacerolazo espontáneo fue en parte por rechazo al método prepotente del Poder Ejecutivo que se expresa, entre otras cosas, atacando a la prensa, generando censura, autocensura y miedo. Esto no había ocurrido desde el advenimiento de la democracia.
-¿Por qué el poder político no tiene en cuenta a los intelectuales, volviéndolos, incluso, casi invisibles cuando ocupan cargos?
-Pongamos el ejemplo del secretario de Cultura de la Nación, José Nun. Un politicólogo muy bien formado, que optó por la irrelevancia en la gestión. Nadie es más peligroso que quien, creyéndose culto, sólo está montado sobre algunos prejuicios. Cuando le tocan los prejuicios, se le desmorona el edificio. En lugar de desarrollar gula por el poder, tendrían que apostar al crecimiento de la Argentina.

Por Susana Reinoso
De la Redacción de LA NACION

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