miércoles, 26 de septiembre de 2007
CUATRO ESPECIES Y UNA SUCA
Desde el punto de vista espiritual, la fiesta de Sucot marca uno de los puntos críticos en la evolución espiritual: la primera entrada de Luz dentro del alma. Esta Luz es llamada “Torá”, y llenarse con ella proporciona una gran felicidad. Por eso, la fiesta siguiente a Sucot, que marca la recepción de la Torá, se llama Simjat Torá (La alegría de la Luz).
Rav Dr. Michael Laitman
Las medidas y el emplazamiento físico de la Sucá -o cabañas- que corresponden a las usadas por nuestros antepasados en el Desierto del Sinaí, nos fueron dadas, como todas las otras Mitzvot, por cabalistas. Las Mitzvot (mandamientos o preceptos) son las leyes de los Mundos Superiores que se nos fueron transmitidas a este mundo. Cada Mitzvá (singular de Mitzvot) que realizamos en este mundo representa una ley espiritual de los Mundos Superiores. Los cabalistas observan estas leyes dentro de la esfera espiritual de sus almas y experimentan las fiestas como una forma más elevada, eterna y completa de existencia.
Para poder realizar un acto espiritual tenemos que haber adquirido un Masaj (pantalla). Esto significa que hayamos alcanzado la habilidad de trascender nuestros propios deseos egoístas, y que hayamos recibido, como resultado, una única clase de placer, llamada “la Luz del Creador”. Cada vez que actuamos con una intención pura de otorgar, realizamos, de hecho, un “acto espiritual”. Inversamente, cuando ese mismo acto es realizado para auto-complacernos, se lo considera como un acto corporal y egoísta.
La Sucá espiritual
La Sucá en la espiritualidad, es la estructura del Kli (vasija) que es capaz de recibir Luz. Dicho de otra forma, la Sucá simboliza el alma. Para recibir la Luz Superior, debemos construir dentro de nosotros una estructura espiritual, llamada Sucá, reflejando nuestras relaciones recíprocas con la Luz.
Mientras el alma va pasando por el proceso de corrección, es incapaz de recibir la Luz Superior en Su total magnitud. Por lo que esta Luz permanece “alrededor” o fuera de ella, aguardándola, y de ahí su nombre: “Luz Circundante”. Para que la Luz pueda entrar y llenarla, el alma debe igualar sus cualidades con las de la Luz. Y como la cualidad de la Luz es el amor, para asemejarse a ella, uno debe trascender su propio egoísmo y llegar a ser igual a la cualidad de la Luz –amor y otorgamiento.
El modo mediante el cual el alma alcanza estas propiedades de semejanza con la Luz es representado por las leyes de construcción de la Sucá. Si deseamos avanzar en la espiritualidad, debemos pedir sólo dos cosas: unidad y amor hacia el Creador, en lugar de simplemente empaparnos con el placer de Su Luz y nada más. Esto requiere que poseamos la pantalla (Masaj) que nos proteja del placer egoísta que recibimos cuando sentimos la Luz del Creador. La adquisición de esta pantalla, entonces, se indica mediante la edificación del techo de paja de la Sucá.
En la medida que nuestra petición se centre sólo en adquirir las habilidades de amar y otorgar a los demás, la Luz Circundante corregirá nuestras almas, concediéndonos el poder de trascender todos nuestros deseos egoístas. El poder del techo de paja nos permite recibir la Luz Superior dentro de nuestras almas. En tal estado, nuestras cualidades se tornan iguales a las del Creador y logramos unirnos a Él en amor eterno. Ésta es la verdadera felicidad, la alegría de la Torá, Simjat Torá.
Las cuatro especies
Las cuatro especies que se usan en la fiesta de Sucot representan cuatro estados que experimentamos a lo largo del crecimiento espiritual. Cada uno de ellos se distingue por tener aroma y sabor, por tener sólo aroma, por tener sólo sabor, o por no tener ninguno de ellos. El aroma denota la mente y el gusto representa el corazón:
• Algunas veces la espiritualidad parece agradable a ambos, mente (aroma) y corazón (sabor). Los cabalistas llaman a este estado Etrog (cítrico).
• En otros momentos uno piensa que la espiritualidad es apasionante pero difícil de comprender. En ese estado, se la considera con “sabor”, pero sin aroma. Los cabalistas llaman a este estado Lulav (rama de palma).
• Otras veces, la espiritualidad se experimenta como fragante pero sin sabor, como el Hadas (mirto). Su importancia está muy clara, pero mientras que el corazón no puede sentirlo, la mente sí es capaz de comprenderlo.
• Finalmente, cuando uno no puede sentir ningún aroma ni sabor en la espiritualidad, uno se encuentra en el estado de Aravot (sauce).
Para poder avanzar en la espiritualidad, sin embargo, debemos dirigirnos hacia el Creador incluso cuando nos hallemos en un estado en que no sintamos ni aroma ni sabor en la espiritualidad. Eventualmente, el unir todos los estados hacia un objetivo común nos proporcionará la habilidad para recibir y experimentar un verdadero placer espiritual ilimitadamente y en todas las circunstancias.
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