viernes, 17 de agosto de 2007

PARASHA SHOFTIM

SHOFTIM 5767
18 de agosto, 2007 4 de Elul 5767

Devarim - Deuteronomio 16:18 - 21:9


Por el Rabino Marc Wolff
Director de Desarrollo Comunitario del JTS
Traducción de Inés Baum


Cuando leemos un texto bíblico, se nos enseña que cualquier incongruencia o dificultad requiere ser examinada con más profundidad. Los comentaristas frecuentemente marcaban estas declaraciones con la palabra darsheni (explíqueme). En sus mentes, el texto tenía voz y, a través de sus comentarios, este suplicaba ser aclarado.
Hay dos noticias nuevas esta semana, clamando por ser investigadas y reportadas con mayor profundidad; y sin embargo, ninguna apareció en nuestros periódicos. Mientras que los eventos iniciales sí fueron cubiertos, la cobertura solo se centró en un simple relato de la historia, y no, como habría insistido Paul Harvey, "en el resto de la historia".

La primera historia se refiere al matadero de Procesadores Agrícolas en Postville, Iowa. Como se reportó en Forward el 9 de agosto, el matadero fue citado por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos como merecedor de 250 registros de incumplimiento en el 2006, por condiciones insalubres de la planta. Aunque los registros eran del año 2006, ahora se han hecho públicos, difundidos como respuesta a un Acto de Libertad de Información promulgado por la Unión de Trabajadores Alimentarios y Comerciales Unidos, en un intento de sindicalizar la fábrica. Como reportó el Forward, los 250 registros "fluctúan entre problemas leves de protocolo hasta lo que los inspectores califican de violaciones `muy serias'". Estas violaciones incluyen condiciones inferiores no solo para los animales, sino también para los trabajadores.
Lo que me preocupa no son las condiciones contra las que la planta de Procesadores Agrícolas está obviamente batallando, sino la incapacidad demostrada por cualquiera de las partes interesadas para hacerse responsables de la situación existente. Tanto los certificadores kosher como los dueños de la fábrica niegan la validez de los reclamos o le achacan la responsabilidad a la otra parte. Cuando se les preguntó por las condiciones sanitarias, la respuesta del grupo certificador kosher contratado por Procesadores Agrícolas fue que el grupo depende de USDA y FDA en lo que atañe a asuntos de higiene.
Esto tiene relación con nuestra segunda noticia de la semana. Mientras escribo, la búsqueda de seis mineros atrapados en la mina del Cañón Crandall, en Utah, continúa. Nuestros corazones y plegarias acompañan a estos hombres y sus familias, y mantenemos la esperanza, por más inútil que sea en estos momentos, de que sean encontrados vivos, tras estar atrapados a 1,500 pies debajo de la tierra.
De nuevo, la culpa es lanzada como una pelota medicinal, y quienquiera que cargue el peso masivo de la responsabilidad utiliza entonces cualquier recurso disponible para pasarle la culpa a otro, tan rápido como le sea posible. El hecho de que no nos enfoquemos en cómo prevenir estos acontecimientos es una tragedia en sí misma. No solo la administración, o el gobierno, o los certificadores, son responsables. De hecho, si escuchamos con atención, la Parashá Shoftim nos puede enseñar una valiosa lección esta semana.
El capítulo 21 del Deuteronomio introduce el extraño incidente de Met Mitzvá, cuando un cadáver anónimo es descubierto entre dos ciudades. No hay evidencia alguna que ayude a identificar al asesino, y nadie sabe tampoco quién es la desafortunada víctima. Los líderes de ambos pueblos se reúnen en el lugar del homicidio, y miden la distancia entre el lugar y los límites de cada uno de los pueblos. Los ancianos de la población que resulte más cercana matarán una novilla, y recitarán: "Nuestras manos no derramaron esta sangre, y nuestros ojos no lo vieron. ¡Perdona, oh Señor, a Tu pueblo Israel, que redimiste, y no pongas la sangre inocente a cargo de Tu pueblo Israel!" (21:7-8)
A primera vista, pareciera que los ancianos y magistrados del pueblo están reconociendo la tragedia, pero negando su responsabilidad. Declaran, explícitamente, que sus manos no derramaron esa sangre. Sin embargo, comentaristas se han enfocado en el empuje de la segunda mitad del versículo. Aquí, todo el pueblo de Israel ha incurrido en la culpa por esta muerte; y los ancianos confían en que su penitencia absolverá al pueblo por ese crimen.
El Talmud, en el tratado de Sotá, interpreta la declaración de los ancianos como un reconocimiento de su culpabilidad: "¿Habríamos imaginado alguna vez que los (líderes) eran derramadores de sangre? Lo que querían decir era: Nadie entra dentro de nuestra jurisdicción y es despedido sin comida, sin haber sido visto por nosotros y sin haberle provisto de escolta" (46b).
Al no satisfacer las necesidades de un individuo, la comunidad comparte la responsabilidad y, en este caso, la culpa por su muerte. Este caso llama como testigo a la estructura comunal en su totalidad. Cada persona del pueblo debe responder y hacerse responsable. Aunque los líderes se adelantan para reconocer la tragedia, es la comunidad la que eventualmente deberá ser absuelta por la transgresión contra Dios.
A pesar de no tener voz propia, el Met Mitzvá habla a través de los líderes del pueblo, quienes insisten en que la comunidad entera ha incurrido en esta culpa. Aunque hacen todo lo posible para garantizar la seguridad de los residentes de la jurisdicción, ha ocurrido una tragedia y deben hacerse responsables.
Hoy nos enfrentamos a muchos que no gozan de voz propia, y como comunidad en general, la responsabilidad recae en nosotros. A diario, mineros, no solo en Utah, soportan condiciones laborales que son, en el mejor de los casos, peligrosas, y muy probablemente, criminales. Pero es difícil escuchar sus voces desde las profundidades de las minas, voces a menudo silenciadas para salvar sus trabajos y sus formas de sustento. La Parashá Shoftim nos enseña que, cuando las voces son silenciadas, somos nosotros quienes debemos hacernos responsables.
En lo que respecta a los mataderos kosher, apoyados por el Rabino Morris Allen de Mendota Heights, Minesota, el Movimiento Conservador ha comenzado a reconocer que tenemos una responsabilidad significativa ante aquellos que carecen de voz. Su Hejsher Tzedek (certiicado) es un símbolo que esperamos sea estampado en los productos kosher. Este certificará que el producto cumple con los estándares que reconocen que nuestra búsqueda de santidad se extiende más allá de la cuchilla del matador. El Hejsher Tzedek establecerá estándares para "salarios y beneficios, salud y seguridad, entrenamiento, impacto ambiental, desarrollo del producto y transparencia corporativa" ("Dependiendo solamente del Gobierno", rabbimorrisallen2.blogspot.com, comentario publicado el 9 de agosto, 2007).
El poder real del episodio de Met Mitzvá no solo yace en el reconocimiento de la responsabilidad comunal, sino también en el prestar la voz a aquellos que no pueden ser escuchados. Gracias a nuestras voces, ellos tendrán la fuerza para lanzar su darsheini.
Shabat shalom,
Rabino Marc Wolf

La publicación y distribución del comentario del JTS de Parashat Hashavua ha sido posible gracias a la generosa donación de Rita Dee y Harold (z"l) Hassenfeld.

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