lunes, 8 de agosto de 2011

PARASHA DVARIM


Esta semana estamos comenzando con la lectura del quinto y último libro de la Torá leyendo Parashat Dvarim.
Volver a empezar Rabino Gustavo Surazski

La Parashá comienza hablando de aquellos doce hombres que habían ido a espiar la Tierra Prometida. Al regresar, los emisarios difamaron a la tierra y atemorizaron al pueblo sumiéndolo en la desesperanza y en el llanto.
Aquella noche, según el Talmud, era Tisha BeAv. Dios, viendo al pueblo llorar vanamente, enfureció: condenó a los hijos de Israel a vagar durante cuarenta años en el desierto, y repudió a aquella generación decretando que no iría a ingresar a la Tierra que había prometido a Abraham, Itzjak e Yaakov.

Algunos cientos de años después, en ese mismo día, el Primer Templo de Jerusalén fue destruído, y la ciudad quedó arrasada, producto de la degeneración social del propio pueblo de Israel.
"¡Cómo ha quedado solitaria la ciudad que estaba llena de gente!" (Eijá; 1-1), se lamentaba por entonces el profeta Jeremías ante tamaña destrucción.
Al abrir el rollo de Eijá, algo llama poderosamente la atención. Los versículos del libro van siguiendo el orden del abecedario hebreo, siendo éste el único libro del Tanaj que respeta este modelo.
¿¡Cómo es posible que ante semejante catástrofe el profeta decida lamentarse prolijamente siguiendo el orden del alfabeto?!
El contraste entre la magnitud del drama y la armonía y prolijidad del canto transforma al cuadro en grotesco.
¿Cómo es posible que el profeta haya tenido la cabeza fresca para lamentarse en rima y según el orden del abecedario?

Tal vez lo que el profeta nos quiere enseñar, es que en situaciones de semejante crisis, no queda otra alternativa que empezar nuevamente desde cero, o sea desde el elemental Alef Bet. ¿No será casual tampoco, el hecho que conmemoremos la destrucción de los Templos de Jerusalén en el mes de Av, mes compuesto por las primeras dos letras del alfabeto hebreo, la Alef y la Bet?
Hay un ejemplo bien cotidiano que puede describir a la perfección esta idea.
Pensemos en una batería recargable de un teléfono celular. Para volverla a cargar, siempre es preferible que esté vacía del todo. Si se la recarga reiteradamente, cuando aún tiene carga hasta la mitad, se termina estropeando.
¿Hasta qué punto ésto es similar al mensaje del profeta Jeremías en el libro de Eijá?
De la misma manera que para optimizar el uso de la batería de un celular es preferible que ésta quede en cero y no por la mitad, el profeta nos enseña que muchas veces es más sencillo construir de la nada, a partir de lo elemental del Alef Bet, que reconstruir algo que está medio sano y medio roto, mitad lleno y mitad vacío.

Pensemos en nuestras propias crisis personales.
¿Cuántas son las veces que cometemos un error tras otro en ciertas áreas de nuestra vida? Pero seguimos tropezando, metidos dentro de un tornado del cual no podemos salir, hasta que un día decimos: "¡Hasta aquí llegué! Ahora empiezo de cero".
Cuando en el primer capítulo del libro de Jeremías Dios se le presenta al profeta, le dice:
"He aquí que en este día te he puesto sobre las naciones y sobre los reinos, para desarraigar y arrancar, destruir y derribar, construir y plantar" (Jeremías; 1-10).
Llama la atención el orden de los verbos. Para construir, primero hubo que derribar. Para plantar, primero hubo que arrancar.

Algunas veces la única posibilidad es volver a empezar.


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