jueves, 11 de septiembre de 2008

``la asamblea de Yahveh? Adolfo Roitman

¿Qué significa no ser admitido en ``la asamblea de Yahveh?
Dr. Adolfo Roitman


Los textos bíblicos están abiertos a un sinnúmero de interpretaciones. Por ello el lector moderno debe ser muy cuidadoso en la lectura de estos textos complejos y, muchas veces, ambiguos. De aquí que es recomendable consultar las interpretaciones de los expertos.
En la porción de la Torá de la presente semana se precisan aquellos que no serán admitidos ``en la asamblea de Yahveh'' (Deuteronomio 23:2-9), a saber: 1. ``el hombre que tenga los testículos o el pene mutilado'' (v. 2); 2. el bastardo (v. 3); 3. el amonita y el moabita (v. 4); 4. el idumeo y el egipcio (v. 8). Sin embargo, la prohibición no es absoluta en todos los casos.
El texto establece diferencias entre las distintas categorías de personas. Por un lado, la regulación bíblica fija que los bastardos, los amonitas y los moabitas no podrán participar de las asambleas ``ni áun en la décima generación serán admitidos en la asamblea de Yahveh, nunca jamás'' (v.4). Pera a diferencia de ellos, en el caso del idumeo y del egipcio, la prohibición de admisión fue más ``moderada''. Sea el idumeo por ser un ``hermano'' de los hebreos, o sea el egipcio ``porque fuiste forastero en su país'', en ambos casos se les permitirá a los descendientes de la tercera generación ser admitidos en la asamblea de Yahveh (v. 9).
¿Pero qué significa ser admitido en la asamblea de Yahveh (en hebreo, lavo be-kahal Adonay)? Tradicionalmente, los sabios de Israel entendieron la frase en el sentido de ``relación marital''. De acuerdo a esta interpretación, entonces, el pasaje del Deuteronomio habrían tenido como propósito regular con quiénes no podían casarse los israelitas. Por un lado, el texto habría prohibido la relación con eunucos (es decir, hombres castrados), probablemente por considerar la deformación de los testículos o la mutilación del pene una aberración contra el cuerpo, o tal vez por ser una práctica de corte pagano (cf. Levítico 21:20; 22:24).
Y en el caso del bastardo (en hebreo, mamzer), por poner en peligro la pureza del grupo. (Nota: El vocablo mamzer aparece en la Biblia sólo aquí y en Zacarías 9:6, y su sentido preciso no ha sido fijado con claridad. La exégesis judía ha explicado el término en el sentido de ``bastardo''. Y la ley judía [Talmud de Babilonia, Yebamot 49ù; Kidushin 10b; etc.] definió el término como la persona nacida de aquellos que tenían prohibido casarse entre ellos [cf. Levítico 20:10ss.]).
Una segunda clase de personas habrían sido los extranjeros. Como vimos más arriba, el texto distingue claramente entre moabitas-amonitas y egipcios-idumeos. A pesar de lo manifestado expresamente en la versión bíblica (Deuteronomio 23:5-6), no quedan muy claras las razones por las cuales el texto muestra semejante hostilidad hacia los amonitas y moabitas (pueblos ubicados en el actual territorio de Jordania). (Nota: Algunos han sugerido que la interdicción de los amonitas y moabitas estaría relacionada con el tema de la bastardía [tema que aparece en el contexto literario inmediato. Cf. v. 2], ya que ambos pueblos eran considerados por la etnografía bíblica descendientes de una relación incestuosa. Ver Génesis 19:30-38.)
Sin embargo, algunos autores modernos han sugerido que el texto reflejaría una época, en que Israel se habría visto atacado por estos pueblos (cf. Amós 1:13; Jeremías 48; 49:1-6; Ezequiel 25:2ss; Sofonías 2:8-9).
Otros exégetas, no obstante, han entendido el significado del pasaje en el Deuteronomio de una manera totalmente diferente. En este caso, según esta interpretación alternativa, el texto habría aludido a las personas que habrían tenido prohibido entrar en el Templo.
Como se puede colegir, el sentido del término del presente pasaje en el libro de Lamentaciones, en donde las palabras ``ha visto ella a las gentes entrar en el santuario (en hebreo, bau mikdasha)'' tienen su paralelo en la expresión ``¡No entrarán en tu asamblea! (en hebreo, lo yavou ba-kahal laj)'' (1:10).
En caso de ser cierta esta interpretación del pasaje, pues, el Deuteronomio habría fijado las categorías de personas a quiénes no se les habrían permitido participar en las asambleas cultuales de Israel (como lo entiende la Biblia de Jerusalén) o, más estrictamente hablando, entrar en el Santuario de Yahveh. Según esta exégesis, entonces, los mutilados sexualmente y los bastardos habrían tenido prohibido el acceso al Templo para evitar mancillar la pureza del lugar.
Y ello en total acuerdo con el espíritu de la legislación sacerdotal: ``Habla a Aarón y dile: Ninguno de tus descendientes en cualquiera de sus generaciones, si tiene un defecto corporal, podrá acercarse a ofrecer el alimento de su Dios; pues ningún hombre que tenga defecto corporal ha de acercarse: ni ciego ni cojo ni deforme ni monstruoso, ni el que tenga roto el pie o la mano; ni jorobado ni raquítico ni enfermo de los ojos, ni el que padezca sarna o tiña, ni el eunuco. Ningún descendiente de Aarón que tenga defecto corporal puede acercarse a ofrecer los manjares que se abrasan en honor de Yahveh. Tiene defecto; no se acercará a ofrecer el alimento de Dios'' (21:17-21).
La segunda clase de personas a considerar habrían sido los extranjeros. Tanto en el caso extremo de los moabitas-amonitas, como en el más atenuado de los egipcios-idumeos, ambos habrían tenido prohibida la entrada al Santuario de Yahveh. Según se desprende de los textos antiguos, este tema habría sido un asunto particularmente polémico entre los judíos exiliados en Babilonia, cuando muchos de los extranjeros comenzaron a acercarse a Israel.
Por un lado, encontramos en la literatura bíblica una posición aislacionista de clara orientación etnocéntrica adoptada por el profeta Ezequiel, cuando afirmaba vehementemente: ``Así dice el Señor Yahveh: Ningún extranjero, incircunciso de corazón y de cuerpo, entrará en mi santuario, ninguno de los extranjeros que viven en medio de los israelitas'' (44:9).
De acuerdo a esta opinión, pues, el Templo era una cuestión estrictamente nacional, y por ende sólo los israelitas puros de cepa podían servir en el mismo. (Nota: Una posición similar puede identificarse en la respuesta que le dieron los dirigentes de los retornados de Judá a los ``enemigos de Judá y de Benjamín [¿samaritanos?]'', en ocasión del ofrecimiento por parte de estos últimos de participar en la reconstrucción del Templo de Jerusalén: ``No podemos edificar juntos nosotros y vosotros una Casa a nuestro Dios; a nosotros solos nos toca construir para Yahveh, Dios de Israel'' [Esdras 4:3]).
Y, por el otro, un profeta anónimo de esa misma época (conocido por el Segundo o Tercer Isaías en la literatura científica) adoptó una posición totalmente contraria de carácter universalista, según la cual las puertas del Templo de Yahveh debían estar abiertas también para los extranjeros: ``En cuanto a los extranjeros adheridos a Yahveh para su ministerio, para amar el nombre de Yahveh, y para ser sus siervos, a todo aquel que guarda el sábado sin profanarle y a los que se mantienen firmes en mi alianza, yo les traeré a mi monte santo y les alegraré en mi Casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos sobre mi altar. Porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos'' (56:6-8). (Nota: Esta posición tan tolerante ante los extranjeros aparece también reflejada en la oración [seguramente apócrifa y tardía] puesta en boca del rey Salomón, en ocasión de la inauguración del Templo: ``También al extranjero que no es de tu pueblo Israel, al que viene de un país lejano a causa de tu Nombre [...] y vendrá a orar a esta Casa, escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz según cuanto te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu Nombre y te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es invocado en esta Casa que yo he construido'' [1 Reyes 8:41-43]).
Esta grave discusión entre aislacionistas y universalistas acerca de la admisión de extranjeros al Templo siguió siendo un tema de fricción entre los israelitas en la época del Segundo Templo. De acuerdo al conocido testimonio del historiador judío Flavio Josefo, los judíos permitieron la entrada de extranjeros en el área del Templo.
Pero más allá de la balaustrada de piedra que rodeaba la estructura del Templo mismo, los extranjeros tenían prohibido el avance hacia el complejo sagrado. Según nos lo cuenta el historiador antiguo: ``Cuando se atravesaba este espacio en dirección a la segunda torre del Templo, se veía alrededor una balaustrada de piedra, de tres codos de alto y elaborada con gran finura. A iguales intervalos pequeñas columnas conteniendo, unas en caracteres latinos, otras en letras griegas, la ley de pureza y la prohibición para cualquier extranjero de entrar en el lugar santo, que es como se llamaba al segundo recinto'' (La guerra de los Judíos V, v, 2; en: Obras Completas de Flavio Josefo [Buenos Aires: Acervo Cultural Editores, 1961] IV, p. 335).
Y según se ha visto confirmado por la arqueología, esta inscripción decía: ``Ningún extranjero penetre en el interior de la balaustrada y del recinto que rodean el santuario. El que sea sorprendido, a nadie deberá acusar más que a sí mismo de la muerte que será su castigo'' (según la Biblia de Jerusalén, p. 1268).
Los sectarios de la comunidad del Mar Muerto fueron más radicales en su posición, oponiéndose rotundamente a toda entrada de extranjeros en el recinto sagrado. Según su opinión, en el futuro templo escatológico los extranjeros de todo tipo no serían admitidos en el espacio sagrado del Santuario.
Como está escrito en 4QFlorilegium (4Q174): ``Esto (se refiere a ) la casa que [ellos establecerán] para [él] al final de los días, como está escrito en el libro de [Moisés: ``Un templo del Señor] establecerás con tus manos. YHWH reinará por siempre jamás'' [Éxodo 15:17-18]. Esto (se refiere a) la casa en la que no entrará [...] nunca, ni el amonita, ni el moabita, ni el bastardo, ni el extranjero, ni el prosélito, nunca, porque allí [revelará] a los santos; [gloria] eterna aparecerá sobre ella siempre...'' (Frag. 1-3, col I, 2-5; en: F. García Martínez ed., Textos de Qumrán [Madrid: Ediciones Trotta, cuarta edición, 1993] p. 183).
En contraposición con estas posiciones nacionalistas y estrechas, y según la interpretación de algunos investigadores (Borg, Freyne), la expulsión de los vendedores del Templo por parte de Jesús habría tenido como propósito evidente protestar también contra la expulsión de los gentiles.
Según la descripción de los hechos en el evangelio de Marcos: ``Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: ¿No está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? [Isaías 56:7] ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos! [Jeremías 7:11]`` (11:15-17). (Nota: Para otras interpretaciones de la acción simbólica de Jesús, ver J. A. Pagola, Jesús. Aproximación histórica [Madrid: PPC, 2007] págs. 357-362).
En suma, el pasaje del Deuteronomio 23:2-9 sobre aquellos que no serían admitidos en la ``asamblea de Yahveh'' fue entendido de diversas maneras por los estudiosos.
Algunos interpretaron que la regulación bíblica se refería a relaciones maritales prohibidas, mientras que otros argumentaron que el autor deuteronomista legisló sobre aquellos que no podían entrar en el Templo.
Cualquiere haya sido la intención original del autor antiguo, queda perfectamente en claro que los textos bíblicos están abiertos a un sinnúmero de distintas interpretaciones.
Es por ese motivo que el lector moderno debe ser muy cuidadoso en la lectura de estos textos complejos, y muchas veces, ambiguos.
Y de aquí la conclusión, pues, que antes que el lego en la materia pretenda entenderlos por sí mismo, es altamente recomendable consultar las interpretaciones de los expertos, para evitar así confusiones innecesarias y errores gruesos.

¡Shabat Shalom!
Fuente Semanario Aurora Israel
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