Borges, a salvo de la erudición
El filósofo Santiago Kovadloff y los músicos Marcelo Moguilevsky y César Lerner se unieron en una empresa nada común: un espectáculo autobiográfico sobre el gran escritor argentino
El filósofo Santiago Kovadloff y los músicos Marcelo Moguilevsky y César Lerner se unieron en una empresa nada común: un espectáculo autobiográfico sobre el gran escritor argentinoMoguilevsky (vientos, voz, piano y percusión), Lerner (acordeón, piano y percusión) y Kovadloff (lecturas y relatos): un trío para ponerle música y voz a Jorge Luis Borges Foto: Graciela Calabrese
Santi toma la palabra, se abalanza sobre la minúscula mesa de bar y le habla, obediente, al grabador. Con los codos haciendo equilibrio sobre la misma mesa, César y Mogui harán lo mismo por turnos. Como chicos, se deshacen explicando su última "travesura" con una ansiedad y una alegría que se les nota en el cuerpo. Que Santi puso la lectura y la interpretación. Que Mogui puso hondura y corazón. Que César no entendía y ahora entendió. En un rincón apretado de la librería-café Clásica y Moderna, el filósofo, ensayista y poeta Santiago Kovadloff (Santi) y los compositores, arregladores e instrumentistas Marcelo Moguilevsky (Mogui) y César Lerner cuentan algo que, si no fuera por los ilustres apellidos implicados, parecería un absurdo: entre los tres se proponen hacer un espectáculo autobiográfico sobre un cuarto hombre: Jorge Luis Borges.
La historia se remonta muchos años atrás, cuando Kovadloff, Moguilevsky y Lerner dejaron de ser apellidos autónomos para convertirse en una marca registrada. Primero fue Babel, un espectáculo de poesía universal y música klezmer que incluyó "un Borges": el Aleph. Después fue Informe Pessoa, en el que trabajaron con textos del poeta portugués Fernando Pessoa. Y ahora, con Lo que Borges nos contó, prometen celebrar a uno de los mayores escritores de todos los tiempos.
-Ya se habían metido con Pessoa, ahora con Borges... Hay que ser atrevidos...
Moguilevsky: -Digamos que sí, aunque vale aclarar que el espectáculo tiene que ver con el recorrido que hicimos nosotros en su poesía. Es nuestra forma de leerlo, de recibir lo que él nos dejó. Por eso se va a llamar Lo que Borges nos contó.
Lerner: -Lo único que podemos dar es desde lo personal. Después están los libros...
Kovadloff: -Es que este espectáculo es una autobiografía. Es la autobiografía de tres lectores de Borges.
-¿Cuál es la música de Borges?, ¿cómo suena?
L.: -Es toda. Borges es tan singular como universal.
M.: -Yo siento que la música que estamos haciendo es muy argentina. Porque Borges es así. Estuvimos meses para ver cómo podíamos armar melodías con sus poemas. Es muy difícil. Muy comprometido. Para nosotros hubiera sido muy difícil hacerlo sin Santi al lado, sin tener su forma de leerlo, su indicación de dónde detenernos... Y no es un salameo, ¿eh? (le dice a Kovadloff). Para nosotros fue más fácil gracias a su lectura.
-¿Y por qué trabajar a Borges con músicos, Kovadloff?
K.: -Uno como literato aspira a ser un músico. Se desvela por la armonía, por la melodía, por la cadencia de los enunciados... No es que renuncie a su vocación, pero quiere, como Orfeo, entrar al universo del sonido. Y yo no sé cantar, no sé tocar... pero encontré mi manera de filtrarme en el mundo de los músicos. De estar con ellos a través de este artilugio de la lectura. Yo logré un sueño. Mi mayor expectativa era oír la lectura musical que ellos hacían de la literatura de Borges. Fue muy emocionante para mí, como lector de Borges, oír el destino que habían corrido sus poemas.
-¿Usted sintió representada inmediatamente su lectura de Borges en lo que escuchaba? ¿En ningún momento le sonó extraña esa banda sonora?
K.: -(Duda) Hubo momentos de búsqueda...
M.: -Y de extravíos. Nos extraviamos buscando. Fallamos varias veces...
K.: -Fue un tanteo prolongado. También hubo momentos de júbilo inmenso.
-¿Por ejemplo?
K.: -Con el final del espectáculo. No me gustaba como terminaba.
L.: -Me rebotó una canción... (risas)
K.: -Desde el analfabetismo en la materia que puedo tener yo... (risas). Yo soy un oyente, nada más. Dije "no me gusta", y a los días se me vinieron con una propuesta que me conmovió enormemente.
L.: -Es como un himno que la gente se puede llevar tarareando. Que es una manera de contrarrestar algunos aspectos áridos de la obra.
-¿Cuánto les preocupó lo árido de la obra?
L.: -Bastante. Estuvimos trabajando intensamente la estructura para poder tener momentos de relax pese a las cosas más herméticas de Borges. Para poder descansar en Borges y en su ternura.
K.: -Yo, gracias a haberlo conocido, puedo decir que su vida está colmada de episodios con anécdotas deliciosas. Su ingenio, su padecimiento, su soledad, su capacidad de ironizar sobre sí mismo, conforman un oasis en el espectáculo. Es el momento en el que la profundidad da lugar al hombre de carne y hueso.
-A Borges le gustaba hablar del "prestigio del tedio"... ¿Cómo se le escapa a la solemnidad tediosa cuando uno trabaja la obra de esa catedral de la literatura que es Borges?
K.: -Nosotros lo pusimos a salvo de la erudición, y ésa es nuestra alegría más profunda. No presentamos a un erudito. Presentamos a un hombre profundo y cercano. Cuando Mogui lo canta se oye la hondura de su palabra en el corazón de un hombre que lo pudo celebrar con su música. Es decir, que lo comprendió. Tal vez la aspiración más grande que tenemos es decir: "Esto es lo que Borges hizo de nosotros, esto es lo que nosotros hicimos con Borges". Ahora, si bien es importante escaparle al "prestigio del tedio" y ponerlo a salvo de la erudición, también lo es no llevarlo a esa banalidad que hoy parece cubrirlo todo...
-¿Cómo se evita caer en lo vulgar?
M.: -Las canciones son muy sentidas. Son canciones que podríamos escuchar en la radio una tarde de lluvia. Con la profundidad y la simpleza que tiene eso... Pero la gente debe saber que viene a ver un espectáculo de altísimo nivel poético y que esto no es la tele.
K.: -La profundidad y la popularidad no están reñidas. No hay tal escisión. De todas maneras, fuimos cuidadosos al reconocer que hay textos que no valía la pena incluir en el espectáculo porque quebrantaban o rompían la percepción inmediata de la belleza. Porque desviaban la atención hacia un aspecto erudito.
L.: -Lo que protege al espectáculo es que, ante todo, yo quiero acercarme a Borges. Yo quería que nos acercáramos a su obra. Quería entenderlo.
K.: -Y eso es muy notorio. César y Mogui se morían de ganas de meterse en Borges y yo tenía unas ganas extraordinarias de ver el destino musical que correría esto que yo leía.
-¿Por qué Borges?
L.: -Porque Borges es mío.
K.: -Porque así como a otros les tocó ser contemporáneos de Sófocles o de Shakespeare, a nosotros nos tocó serlo de Borges, y es maravilloso haberlo advertido y agradecérselo.
M.: -Porque Borges une mis partes. Las que me gustan de mí y las que no. Porque a mí Borges me gusta y no me gusta. Y ver en él cosas que veo en mí me conmovió tanto que necesito mostrárselo a la gente.
Por redonda y acabada. Por íntima y personal, la reflexión de Moguilevsky los deja a los tres pensando. Sin palabras. Tanto, que Kovadloff, el más indicado para ponerle palabras a los pensamientos, sólo puede decir: "Es muy lindo eso".
Por un momento, los tres parecen ausentarse y dejar vacía la mesa de bar. Reverentes discípulos que homenajean a su maestro, vuelven en sí sólo para seguir hablando de él.
-¿Cuál es el mensaje que Borges tiene hoy para dar?
M.: -Borges nos muestra una genialidad universal y sin límites, y a la vez una humanidad donde el límite es tan claro que me parece algo hermoso de mostrar y de descubrir. Tal vez por eso sus textos son tan dolorosos, porque muestran con una pirueta artística única una enorme belleza y a la vez un dolor, un vacío, un no haber encontrado, un haber fallado permanentemente... Hasta una vergüenza. Ese dolor es mi dolor también.
L.: -Para mí, el mensaje más claro es que la luz y la sombra conviven en nosotros. El tenía la genialidad de mostrarlo. Detrás de Borges hay un ser humano. Cuando vivimos tiempos de endiosamientos... Borges demuestra que era un ser humano.
K.: -Borges mostró su dolor con una intensidad y una universalidad que nos invita a todos a reconciliarnos con nuestra dificultad para vivir. Porque unida a esa dificultad está la capacidad de expresarlo.
L.: -Amén.
Fuente Revista La Nacion
miércoles, 10 de septiembre de 2008
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