VIUDEZ RE-ARMAR LA VIDA
Me desarmo como arcilla seca
Y estás ahí,
Sosteniéndome con la mirada.
Mis pompas de jabón se evaporan en el aire
Y vos, observas.
Me despojo de mi cáscara de piel,
Mi ser blandito se desparrama en el sillón
Y tu abrazo contiene.
Mi estructura ósea tambalea,
Lista para derrumbarse
Y vos, ahí,
Acunándome.
Truena mi cielo, relámpagos chispean
Y no te asustas.
Mi río se sale de cauce,
Desborda, inunda todo terreno
Y vos, flotas.
Mi tempestad me hunde,
Remolinos de viento giran
Y en mis pies comienzan a crecer raíces,
En mis brazos ramas,
Troncos gruesos, firmes, frondosos.
Y yo,
Comienzo a sostenerme.
REDACTORA: LIC ADRIANA SEREBRENIK
Querida hermana:
Mañana hará un año que David ya no está físicamente con nosotros y vale la ocasión para contarte lo agradecida que me siento por tu compañía.
Fuiste una brisa tibia en un mundo helado. La desaparición física de quien fue mi marido durante 32 años fue tan repentina que incluso hoy después de todos estos meses sin él me cuesta creerlo.
A mis 60años, estoy como saliendo de un bombardeo. Sentada aquí entre libros, muebles y plantas. Sentada aquí... conmigo, encontrándome.
Bombas no caen, el tiroteo terminó y la calma emerge osada. Nubes de pólvora se disipan lentamente. Un olor rancio: de muerte y renacimiento florece de mi piel y preguntó a mi cuerpo: ¿Hay alguien en casa? Mis dos piernas ¿existen? , mi corazón ¿vibra aún? Y entonces tibiamente escucho gemir. Algo dentro de mi pecho revolotea.
Nuestra religión es sabia: antes de la terminación del año se coloca sobre la tumba de los muertos “la lápida” (matzeva).
Debemos poner “lápidas a nuestros muertos”. Poner limite al dolor. Al año la iahadut (el judaísmo) nos enseña a colocar un freno al torrente de lágrimas que nos inunda. La historia sigue...
Al año que no puedo estrecharlo a David en un abrazo, querida hermana, rememoro. Difícil fue este tiempo y valoro enormemente tu presencia silenciosa y calidamente envolvente. Durante los primeros meses me escapaba de casa, todo el día estaba a fuera. Queria estar con alguien, hablar. Me sentía desesperadamente sola. Y yo... no quería estar sola. Evitaba enfrentarme con los vacíos, pateaba pelotas de angustias sin darme cuenta que cada vez rebotaban con más fuerza. Era ambivalente: quería y no estar con gente. Pasaba del aturdirme al aislarme. ¡Qué locura! Estaba ansiosa, desarmonica. Me atosigaba de cosas, cursos y ocupaciones para no hundirme en la depresión, para no darme cuenta de mi falta, de mi viudez.
Gracias por recibirme en tu casa, por sostener conmigo la carga de mi pesar. El peso de la mochila agobiante del dolor se aliviana cuando se comparte. Sentí la tibieza de tus ojos cobijar sin juzgarme. Entendiste que camuflaba mi angustia con intolerancia .No miraba con quien, me enganchaba con cualquiera con tal de no estar sola. Me escapaba. ¿De quién?, te preguntarás curiosa. De los recuerdos, del pasado, del futuro.
Pensaste que enloquecí cuando compulsivamente regalé cosas que necesitaba con el afán de desprenderme de recuerdos, pertenencias y nostalgias como si se pudiera borrar el desgarro de vivir sin David. Lo que pasó es que no me entendía a mi misma. Me sentía culpable por estar embroncada con mi marido... por morirse. No lo perdonaba que nos dejó sin él... como si tuviéramos poder sobre la vida y la muerte.
Sentía, querida hermana, que no tenía futuro ¿para que mirar las cosas si no tenía marido? – me preguntaba .Sin un hombre al lado no soy nada-pensaba .Tantos planes soñamos. La vida es más fácil de a dos y ahora estar sola, me cuesta. Hoy me doy cuenta que todos en definitiva estamos solos, tengamos o no pareja. Y debemos aprender a vivir con lo que Hashem (D”s) diseñó para nosotros. De repente me dije ¿hasta cuando puedo vivir así? Entonces decidí hacerle frente a la angustia. Y así sumergida en el pesar, oliendo pólvora, enlutada... poco a poco comencé a flotar, a hacer las paces con mi realidad. Empecé a construir conciertos con el silencio de la casa, a dejarme llevar por el viento helado.
No puedo negarte que los fines de semana es cuando más percibo el quiebre de” mi mundo de colorin colorado”.A partir del shabat murmurando el Kadish (oración de duelo) confirmo que murió mi príncipe azul, se resquebrajó mi “familia Ingalls”, se desarmó mi corona de princesa. Cada uno de mis hijos tiene ocupaciones y parezco aislada del mundo. No quiero ser una carga para ellos, tengo mi orgullo. Debo aprender a armar mi vida. Necesito hacer algo conmigo. Todas las piezas del rompecabezas se me mezclaron. No tengo modelos, ni esquemas...sólo cenizas. Sin embargo, querida hermana, cuando escarbo mis cenizas increíblemente encuentro las brasas de la vida. Vuelvo a sentir mi corazón revoloteando, la paloma amante de la creación divina que llevo dentro... renace. Hoy tímidamente deseo volar. Aún asustada por los bombardeos ansió re-encontrarme con la belleza ardiente, abrasadora de la existencia.
Gracias, hermana querida, por ayudarme en todo este tiempo tan difícil a sentir la tibieza de la esperanza en la fugacidad del rocío.
Ana.
jueves, 25 de octubre de 2007
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