jueves, 25 de octubre de 2007

PARA MAMA

LIBRO
Diez relatos para mamá
Humanas y contradictorias, vehementes y tiernas, de carne y hueso o añoradas, las madres de esta antología son el variopinto producto de las vivencias de trece narradoras latinoamericanas: desde Angeles Mastretta hasta Silvina Ocampo, en un contrapunto emocional que va del amor sin límites a la absoluta carencia de afecto. Así, sin caer en la obligación moral de recrear a la madre perfecta ni pecar de ingenuas, en Madres por madres las autoras brindan relatos familiares que toda mujer sabrá apreciar sin más demora. A continuación, dos fragmentos.

“Madre hay una sola”
Angélica Gorodischer
Chiste que ha circulado ¿desde cuándo?, andá a saber, de hijas a hijos: “Madre hay una sola, por suerte”.
Como hija, siempre lo he deplorado: lástima, lástima que madre haya una sola. ¿Te imaginás si hubiera dos? ¿Si hubiera tres, trece, veintisiete, ciento cincuenta? Si hubiera cien, yo no estaría todavía llamando a la mía. Que no me oye, por supuesto.
Cuánto mundo, cuánto consuelo, cuánta alegría si muchas hijas tuvieran muchas madres y si yo pudiera contarle a una lo que me pasó con la otra y a otra lo que me dijo una (...). Una sola es demasiado. Dos, tres serían poco. Siempre estaríamos pidiendo más y quién dijo que no lo obtendríamos.
También es cierto que sí. Que sí qué. Que hay muchas madres. Pero escuchame, te estás contradiciendo (...), primero decís que hay una sola y que sería estupendo que hubiera más (...). ¿Y dónde está la contradicción? ¿O no sabés que dos cosas opuestas no son excluyentes? ¿Einstein, Heráclito, Shakespeare y Freud pasaron inútilmente por tu vida? (...).
“Volando: como las ballenas”
Angeles Mastretta
Nunca he podido pensar en los ires y venires de la maternidad sin estremecerme (...). Doy por sentado que, una vez adquirida, la maternidad es tan irrevocable como aún es versátil la paternidad.
Hace poco estuve cavilando estos dislates mientras miraba al árbol lleno de grillos que crece encima de mi ventana. Entonces no se me ocurrió mejor cosa que tirarme al llanto como si se tratara de cantar un tango.
Es un arce y lo sembré hace quince años acompañada por la euforia de mis dos hijos. Tengo una foto de esos días: estamos los tres juntos al remedo del árbol y yo luzco dueña de una paz meridiana. La tenía entre las manos. Al menos así lo recuerdo. Tenía también dos niños con invitados frecuentes y largos fines de semana para el cine, las excursiones, las fiestas en pijama, las tareas de recortar y pegar, el teatro y celebraciones con distinto disfraz. Entonces, además de hacerme líos con mi destino, un asunto que va igual que viene, descubrí la preñez que es de por vida (...).
Fuente Perfil.Com

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