jueves, 25 de octubre de 2007

BIEN ESTÁ LO QUE BIEN ACABA Michael Laitman

Un optimista, según el Diccionario de la Real Academia Española, significa alguien que propende a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. De acuerdo a esta definición, los cabalistas no son considerados optimistas, ya que saben de hecho que todo terminará bien, y que nos espera el mejor final posible, a toda la Creación, en todos sus niveles, espirituales y corpóreos, en todos los tiempos, desde la concepción de la Creación, hasta la eternidad.
Si leemos con atención los textos cabalísticos auténticos, descubriremos que según la Cábala, no hay ni hubo mal alguno en toda la realidad desde su Creación. Grandes cabalistas, como Rabí Shimon Bar-Yochai (El Rashbí), el Santo ARÍ, y Rabí Yehuda Ashlag (Baal HaSulam), que alcanzaron la cima de la escalera espiritual, percibieron el Pensamiento mismo que inició toda la Creación, y de aquel ápice declararon que no hay, no hubo, y nunca habrá ningún ``mal'' en toda la realidad.
Para ayudarnos a entender cómo llegaron a tales conclusiones -que a juzgar por el mundo de hoy no coinciden con la realidad-, ellos escribieron libros que explican el proceso de la Creación y el Pensamiento detrás de ésta. En el ensayo ``La Esencia de la Religión y Su Propósito'', escribió Rabí Yehuda Ashlag que para percibir la realidad correctamente, no tenemos que examinarla con nuestra perspectiva presente, sino, comenzar por alcanzar el propósito de la realidad. Luego, con este conocimiento, él aseguró que veremos nuestro mundo con nuevos ojos.
A continuación, se encuentran las palabras de Baal Hasulam del ensayo mencionado, La Esencia de la Religión y Su Propósito”, que provocan reflexión.
Observando los sistemas de la Naturaleza, entendemos que cualquier criatura, ya sea del nivel inanimado, vegetativo, animal o hablante... se encuentra bajo una Supervisión determinada; es decir, un crecimiento lento y gradual por un desarrollo de causa y efecto, como la fruta sobre el árbol que está guiada por la dirección favorable para su objetivo final, el de ser una fruta dulce y exquisita.
Ve y pregúntale a un botánico, cuántas son las fases que sufre esta fruta desde que se hace visible hasta que llega a su madurez. No sólo que sus fases anteriores no muestran ninguna prueba de su dulzura y delicadeza final, sino, como para enfadar, éstas muestran la forma opuesta al resultado final. Es decir, cuanto más dulce la fruta es a su final, más amarga se encuentra en las fases más tempranas de su desarrollo.
”Lo mismo ocurre con la especie del animal y el hablante. Porque la bestia que tiene una capacidad mental limitada en su madurez, no se encuentra tan incapacitada mientras se va desarrollando. De lo contrario, el ser humano alcanza una gran capacidad mental en su madurez, pero sufre de una incapacidad mental mientras se va desarrollando. Y al becerro se le llama un toro, porque tiene la fuerza de pararse sobre sus patas y caminar, cuidándose de cualquier daño con el que se encuentre en el camino. De no ser así, el ser humano recién nacido se encuentra postrado como si estuviera desprovisto de sentidos.
Y si alguien que no conoce las costumbres de este mundo observara estas dos criaturas recién nacidas [el becerro y el humano], seguramente diría sobre el humano recién nacido que no valdrá para nada. Y sobre el becerro recién nacido diría, he aquí, nació un gran campeón.
Así, se resalta a la vista que Su Dirección sobre la realidad que Él ha creado se manifiesta como una Dirección guiada, independientemente del orden de las fases de desarrollo, ya que éstas tienden a engañarnos, impidiéndonos entender su objetivo, estando siempre en un estado opuesto a su forma final.
Es sobre tales asuntos que decimos, La experiencia hace al sabio porque sólo el que posee experiencia, o sea, el que tiene la oportunidad de examinar a la criatura en todas sus fases evolutivas hasta su término, puede aquietarnos ante aquellas imágenes defectuosas en las que se encuentra la criatura durante su desarrollo, manteniendo la fe en su madurez digna.
Así, se ha mostrado a fondo la conducta de Su Providencia en nuestro mundo, como un cuidado puramente útil, en el que el atributo de calidad no se evidencia antes de la llegada de la criatura a su culminación, su madurez final. Al contrario, esto más bien acostumbra tomar una forma corrupta ante los ojos de los espectadores. De ahí que Dios siempre otorga el bien a Sus criaturas, sólo que este bien llega por vía de una Providencia Guiada.
Rav Dr. Michael Laitman

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